testimonios

Víctimas poco conocidas del nazismo: los Testigos de Jehová.

Un testigo es una persona que da testimonio, que sabe algo, que vivió algo y que lo cuenta. Un testigo da fe sobre una idea o sobre un hecho. 


¿Qué es un testigo? Es la encarnación de lo sucedido y trae la voz de quienes lo vivieron lo que le da a los hechos objetivos potencia emocional y humana. El testigo consigue que su mensaje llegue de modo personal, habla con el cuerpo, crea un espacio en el que la verdad se cuela, penetra y produce una transformación en quien oye, lo que vivió en el pasado es relatado en el presente, permite el diálogo, la pregunta y la repregunta. Ser testigo es un compromiso de por vida. ¿Qué atestiguan los Testigos de Jehová sobre el nazismo?


Los Testigos de Jehová testifican sobre la existencia de Dios y sobre lo que aprenden en su lectura de la Biblia. Pero además, luego de lo vivido durante la Segunda Guerra Mundial, son testigos de eso también.


El nazismo tuvo dos objetivos primordiales simultáneamente. Entronizarse como el poder político universal en lo que llamaron el Reich de los Mil Años e instalar en Alemania primero, en Europa después y, de no haber sido derrotados, en el mundo entero, un único modelo de personas, lo que llamaban los “arios”. 

El régimen autocrático y dictatorial instalado en Alemania y la ocupación de Austria, los Sudetes checos y finalmente Polonia, desencadenaron la II Guerra Mundial con sus decenas de millones de víctimas militares y civiles, más civiles que militares. 

Para lograr ambos objetivos debían borrar toda oposición política, cultural e ideológica que sembrara dudas en la población y no les permitiera concretar sus planes.


La Shoá nombra el proyecto de exterminio del pueblo judío en su totalidad, su desaparición de la faz de la Tierra. Hoy esta intención está replicada en la constitución de Hamás, el grupo terrorista que rige de modo totalitario la vida en Gaza. Ambos, el nazismo y Hamás comparten el objetivo de la desaparición de un los judíos. 


La Shoá es por lejos el genocidio más y mejor documentado de la historia de la Humanidad y las otras víctimas fueron quedando en un segundo plano, no tuvieron la decisión o la posibilidad de darse a conocer, de exponerse como colectivos atacados durante el nazismo. Algunos activistas gitanos han propuesto la palabra “porraimos” que en romaní significa «devoración» pero no ha logrado hasta ahora trascender e incluso ser aceptada por todos. No hay nombre para otros colectivos designados por el nazismo como víctimas: los homosexuales, los masones, los discapacitados, los eslavos -polacos, rusos- los afroalemanes, los antisociales e inconformistas. Todo aquel que amenazara “contaminar” la pretendida pureza “racial” o minar la confianza de la población era un enemigo. 


Las discapacidades congénitas -ceguera, sordera, cardiopatía, síndrome de Down y otras-, las neuro divergencias como llamamos hoy a condiciones como el autismo, la parálisis cerebral y tantas otras, debían ser erradicadas e impedir su reproducción para asegurar la pureza de la “raza”. En esta categoría se incluía a 

judíos, gitanos y homosexuales con la diferencia de que los judíos estaban destinados a su total eliminación mientras que los gitanos y los homosexuales tuvieron distintos tratamientos.


También los opositores, tanto los políticos como los religiosos e ideológicos que, o bien llevaban a cabo acciones concretas de boicot y oposición como los comunistas o el movimiento estudiantil La Rosa Blanca o, como sucedió con los Testigos de Jehová, que por su mera oposición eran tan amenazantes para el consenso que debía ser homogéneo y sin fracturas, que fueron también víctimas a ser acalladas. 

La posición de neutralidad de los Testigos ante las decisiones gubernamentales, la negación a respetar los rituales y la gestualidad como el saludo nazi, la férrea voluntad de no integrar el ejército ni unirse a organizaciones nazis, no podía ser tolerada por la dictadura hitleriana. El pueblo debía ser uno. Las órdenes debían ser obedecidas sin el menor asomo de duda. El objetivo de la Gran Alemania y del Reich planetario debía atravesar a cada uno de los alemanes como un horizonte común. Los Testigos no adherían a las iglesias conocidas, se resistían a convertirse en una manada homogénea, recibían los castigos, el hambre, la prisión, las torturas, sin que su conducta se modificara.  Goebbels, el master mind de la propaganda nazi, sabía del peligro que comportaba ser tolerantes con gente así, la influencia perniciosa de estos objetores de conciencia debía ser impedida a toda costa. 


Hay testimonios de los Testigos de Jehová que me evocan la conducta de los judíos durante la inquisición española, cuando eran quemados en la hoguera por no aceptar la renuncia a su identidad ni la conversión. 

  • Dice Franz Wohlfahrt: Tenía 20 años, me negué a prestar servicios en el ejército alemán y a saludar a la bandera nazi. Me arrestaron y encarcelaron

  • Magdalena Kusserow: estuve en una prisión juvenil hasta los 18 años, me ofrecieron dejarme libre si firmaba una declaración en la que negaba mi fe, me negué y me deportaron a Ravensbrück. 

  • Simone Arnold, tenía 12 años cuando me expulsaron de la escuela porque no quise decir Heil Hitler y me mandaron a un centro de reeducación para niños. 

  • Helene Gotthold fue condenada a muerte con otros 5 por “estudiar la Biblia y debilitar la moral de la nación”. Fue guillotinada. Igual que Wolfgang Kusserow de 20 años, que no quiso integrar el ejército. 


Los judíos no tenían manera de salvarse porque lo suyo era genético, “racial”. Los Testigos de Jehová habrían podido pero casi todos eligieron morir antes que renunciar a sus ideas, obedecer a un régimen político o apoyar la guerra. 


Hablando de ellos un prisionero austríaco dijo: “No van a la guerra. Prefieren que los maten antes que matar a nadie”. 

Son un ejemplo de integridad, dignidad y humanidad.

Diana Wang

3 de abril 2024

Museo del Holocausto